Joaldunak


Vuelven a retumbar los cimientos de la Tierra entera, alguien intenta despertar a la Naturaleza, dormida de invierno y de frio. Alguien recorre el Valle del Ezkurra, entre Ituren y Zubieta, espantando sorgiñak y atrayendo primaveras. Miles de cencerros, miles de corazones, al unísono, ttun-ttun-ttun, que estremecen al Ezkurra y al Mendaur, a Malerreka entera, a la Euskal Herria de aquí y de allí. Los Joaldunak han salido de Ituren hacia Zubieta. Esparcen con sus hisopos bendiciones de fertilidad a huertos y prados, a ganados y bosques. Contagian el ritmo sincopado de sus pasos a lamias y basajaunes, e incluso Mari les observa desde su atalaya sobre la montaña.


Vibra el suelo del caserío al paso de la atávica comitiva, vibra una lágrima de emoción en mi alma superada, vibra mi corazón con los golpes telúricos en los que se agolpa mi tierra entera. Cruzan los joaldunak el puente y entran en Zubieta, y el Ezkurra observa impasible; cruza su estampa la frontera de mi emoción, cruza su figura las fronteras de lo consciente, se adueña de todo y de todos su sonido hipnótico y perpetuo. Esta es mi Tierra, tu Tierra. Esta es nuestra Madre Tierra, que por fin despierta a las ansiadas primaveras.



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