En la posada.


La tarde comienza despacio, exactamente a la misma velocidad que la mañana, en la vieja posada del pueblo. Arantxa ojea por tercera vez el periódico, sentada sobre la cámara de las cervezas, pero su mente está en otra parte. Joseba, su pequeñajo, con sus tres años y medio, estará comiendo en la escuela, y ella no deja de preguntarse si estará bien. Solo tres menús y un bocadillo, poca caja y poco trabajo.

.- “Queremos unas urnas llenas de ilusión y de futuro” –Ladran desde la tele encendida e ignorada.

EL ruido de cucharas llega desde la cocina, y el único cliente del local llena despacio su vaso de vino con gaseosa. Parece el que él si escucha el telediario.

Esa gotera en la cocina del caserío presagia mucho gasto, y no están las cosas para gastos. Xabi sigue sin trabajo, y ya van para tres meses. Y la letra del camión llega puntual cada principio de mes. Ese nudo en el estómago, esas ganas de llorar…

Entra Joxepe, ruidoso y empapado, en el local. Botas embarradas, paraguas colgado de su espalda y la txapela goteando por su frente. Olor a ganado, turbador y dulzón, en las gastadas ropas del pastor.

.-Kaixo Arantxa, ponme un café y una copica de pacharán frío.

Arantxa saluda con una sonrisa y se pone a la faena.

.- Me han dicho que esta mañana prontico se han llevado a Maialen al Hospital, parece que ya viene el crío.

.- Si. ¡Ya era hora! Hace más de una semana que salió de cuentas.

.- Hoy parece que sí está lloviendo con ganas. A ver si de una vez empiezan los pastos a verdear, que me estoy dejando un pastón con el pienso de las ovejas. Esto no renta, ni con los quesos, ni con la cuajada, ni con los corderos.

Apura su copa en hombre cansado, manos fuertes y huesudas, ojos azules, profundos y limpios que miran sinceros al fondo de las cosas y de las personas.

.- ¿Qué tal Xabi? ¿Le llaman para algún porte?

.- ¡Qué va! Ya va para tres meses que lo tengo en casa. Está que se sube por las paredes, imagínate.

.- Bueno, te dejo, que tengo mucho lio en casa. Ondo segi eta bihar arte.

.- Berdin, Joxepe, dale un besico a Mertxe, y que sigáis bien.

El silencio reconquista el local, la tarde sigue adelante con inquietante parsimonia. Los segundos caen despacio con el leve golpeteo del viejo reloj de pared.

.- Betis uno, Mallorca cero. – Ladra la tele inmisericorde.

.- A ver si esta vez lo de Maialen termina bien. A la tercera va la vencida, o eso dicen- piensa Arantxa mientras recoge la taza y la copa.

Suena el móvil en la repisa y Arantxa corre a responder.

.- ¡Bravo! ¿Y Maialen está bien también? Dale un beso a mi sobrino y la mamá. ¡Cómo me alegro! ¡Ah! ¡Y enhorabuena a ti también, papá! ¡Ya era hora de que me haríais tía!

.- Se anuncian chubascos generalizados, más probables en el norte de Navarra – Salmodia la tele, ajena a las noticias y al mundo.

Arantxa se asoma a la ventana, en el cielo el arcoíris adorna los montes y los prados, y una lágrima tímida y temblorosa resbala lentamente por su mejilla.

Juan Goñi

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