Los paisajes de la Bardena.


Humilde me acerco a los paisajes de mi Bardena, siempre en mi recuerdo, siempre en mi retina. Impresionantes farallones dibujados por el tiempo, panoramas inacabables de belleza y silencio. Sinfonía de primavera, colmada de alondras y trigueros, de calandrias y cogujadas, silencios entre el rumor del cierzo, quietud en el vuelo majestuoso del amigo buitre, y mis ojos y mis oídos, mis sentidos todos al acecho de la hermosura de este atardecer maravilloso. Cuando de bosques me rodeo te añoro, y cuando te tengo cerca te adoro, mudo, mi alma arrodillada ante el perfil de tus sombras y colores, ante la inmensidad de tus horizontes, ante la colosal escala de tiempo que atesoran tus paredes y cabezos. El sol juega con tus arrugas de anciano sabio y magullado, el cierzo barre tormentas, penas y alegrías, barre barrancos y perdederos, y el agua, siempre ausente pero siempre presente, autora y redactora de tu Historia y de tus formas, al servicio de una íntima y delicada acuarela de serenidad recóndita. Desventurados aquellos que no te conocen y que aún no paladean tus delicias, infelices los que conociéndote no admiran tus encantos prodigiosos, afortunados los mortales que permanecemos embelesados aún cuando no te vemos, aún cuando no estamos, porque sabemos que tu siempre estás, aguardando, cambiando, maravillando, escuchando y solemnemente existiendo en la más absoluta permanencia ante lo Bello.




Dedicado cariñosamente a todos aquellos bardeneros que aman, cuidan y protegen este paisaje y a sus habitantes, y a todos los que, como yo, humildemente se acercan a él desde el respeto y el convencimiento de la imperiosa obligación de conservarlo.
Juan Goñi

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