Camachuelo, el Narciso bello y triste del Bosque.


Su plumaje, esponjoso y con un colorido extraordinario, lo convierte en una de las aves más bonitas que el pajarero tiene el placer de observar en los bosques caducifolios del norte. Una bolita naranja, asalmonada, con la rabadilla blanca como la nieve, especialmente llamativa cuando vuela, la cabeza y parte de las alas de un negro impoluto, y la espalda, de un gris azulado. Es el camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula). Siempre en pareja, incluso en invierno, hacen pensar acertadamente al pajarero que forma parejas estables. Su canto, bastante débil, no ayuda especialmente en su búsqueda, aunque para el oído acostumbrado, su melancólico reclamo es suficiente para detectarlo en lo más profundo del hayedo o en los linderos del robledal, o incluso en las plantaciones de manzanos, melocotoneros o ciruelos. Siempre discreto, nunca abundante, la observación de un camachuelo es siempre una alegría para los ojos y para el corazón del pajarero, que da por buena una mañana de paseo si alguna de estas maravillosas aves se ha cruzado en su camino. Joya volante del bosque, una muestra más de la belleza que nos regala a manos llenas la arboleda, sobrevuela el camachuelo sus dominios, siempre con su hembra cerca, siempre con su cantar melancólico, como un Narciso bello y triste que vaga de rama en rama, de día en día, alimentado la imaginación soñadora del curioso, los ojos del pajarero y el corazón del amante de los Bosques.

Juan Goñi
 

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