Mari o Amalurra: nuestra "Madre Tierra"


Mari es la figura principal de la mitología de Euskalherria. La encontramos también con muchos otros nombres, como “La Dama de Amboto”, “Amalurra (Madre Tierra)”, “La Dama”, “La Señora”, “Maddi”, “La Madre”, etcétera. En los Pirineos aragoneses la encontramos con el nombre de Mariuena. Algunos estudiosos equiparan su nombre con el nombre cristiano de “María”, aunque parece más probable que provenga del euskera, Ama-ari: “el oficio de ser Madre” o incluso Eman-ari: “don, regalo”. Casi cada pueblo tiene su propia leyenda sobre Mari, aunque todos coinciden en nombrarla como la personificación de la Naturaleza, de todas las fuerzas y acontecimientos naturales. Mari creó dos hijas para iluminar el Mundo: el Sol: Eguzki (que es femenino en euskera) y la Luna: Ilargi (“La luz de los muertos”). Se la ha visto tomando la forma de los más diversos animales: gato, novilla, buitre, etc. pero sobre todo como carnero, su forma preferida. Todos dicen que tiene un pié con la forma de las patas de los patos, porque es la Señora de las Lamias, que son sus asistentes, así como también de las Sorgiñak, la Brujas encargadas de ayudar en el parto a las mujeres, o de los Basajaunes, los Guardianes del Bosque. A veces recorre el cielo como una hoz de fuego, otras en cambio surca el firmamento en su carro llevado por pottokas. Así acompaña a sus hijas (Eguzki e Ilargi) hasta que ellas se esconden bajo “los mares bermejos”: Itsasgorrieta, en los confines de la Tierra. Amalurra lo es todo, la creadora de tormentas, la que nos provee de las cosechas, la que teje el destino con hilos de oro en los soportales de sus cuevas, la que hace justicia, etc. Su amante es Sugar, el dragón. Cuando los dos amantes se reúnen causan grandes tormentas, y Sugar penetra en Mari en forma de rayos que rompen el cielo. Mari concibió dos hijos, Atarrabi y Mikelats, que en la simplista “traducción” al cristianismo, se desdibujaron en “El Bien” y “el Mal”. Parece más bien que Atarrabi representaba el cristianismo y Mikelats el paganismo; de esta forma Mari aúna estas dos concepciones de la Vida y del Mundo. Todos los expertos coinciden en señalar estas leyendas vascas como los últimos rescoldos de la religión paleolítica europea.

Mari siempre duerme en algunas de las cimas emblemáticas de Euskalherria. Y sabemos bien dónde está durmiendo, porque en el lugar elegido enseguida aparecen densos nubarrones que ocultan la cima del lugar elegido. Así estaba la preciosa Higa de Monreal el pasado sábado a la tarde. Está claro dónde durmió Amalurra esa noche.

Probablemente la mitología y las leyendas nos dan una visión diferente del Mundo en el que nos movemos. En mi opinión, lejos de estar trasnochada, esta concepción del Mundo y de La Vida aparece hoy con más fuerza que nunca, porque ha sido en la Naturaleza donde el Hombre primitivo personificó a “Su Madre”. Algo debieron ver nuestros antepasados que nosotros parece que hemos olvidado, y que por nuestro bien, y en defensa de nuestra propia dignidad, deberíamos recordar y asumir: Amalurra es nuestra Madre, es nuestro espejo y nuestra razón de ser, y de su respeto y conservación depende todo, incluso nuestra propia supervivencia.
Juan Goñi

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